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Medellín, junio 01 de 2010
de las sombras a la luz,
del mundo de las mentiras, al mundo de las verdades;
consiste en salir de la caverna y
avanzar hacia la iluminación del sol”.
Platón.
Más allá de “amaestrar” con saberes científicos y tecnológicos, el quehacer esencial de la Universidad es ofrecer el conocimiento como un “bien” y como un “servicio” que beneficie y posibilite seres con capacidad de descubrir, reconocer y cultivar el amor al saber; sujetos autónomos con pensamiento crítico, poder de discernimiento y competencias en producción cultural; profesionales con conciencia social que hagan de su destreza un ejercicio de utilidad, justicia, solidaridad y convivencia humanas.
Si como dice Manuel Cruz en la introducción de la Conferencia sobre ética de Ludwig Wittgenstein “la ética está antes de cualquier formulación (…), constituye un intento de sobrepasar los límites del lenguaje (…), no puede ser una ciencia, y (…) no se puede enseñar” , la Universidad en su tratamiento está conminada a abordarla como la investigación general de lo que es bueno en un sentido amplio, la retícula de los hechos y las proposiciones, lo accidental y lo contingente, la tendencia profunda del espíritu humano, los juicios de hecho y de valor absoluto —que advierten desde los criterios objetivos la verdad, y desde los subjetivos, la veracidad— del hombre en primera persona —verdadero portador de la ética— que en el ejercicio práctico del saber (definible y descriptible) que le informa la Universidad, actúa en los mundos de la logosfera, la grafosfera y la ideosfera, entre otros susceptibles de ser vividos. leer más...
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